domingo, 27 de septiembre de 2009

TOROS EN SEVILLA: Primera corrida de la Feria de San Miguel

TOROS EN SEVILLA: Oreja para Castella y pitos para Morante

Ficha de la corrida:
Primer festejo de la Feria de San Miguel. Por ausencia de El Cid, que no se recuperó de las heridas que sufrió en Navalcarnero, la corrida quedó en un mano a mano entre Morante de la Puebla y Sebastián Castella. La plaza de la Real Maestranza registró un lleno total, como en los grandes días de la Feria de Sevilla.
Se lidiaron toros de Parladé -el segundo sobrero-, blanditos, mansos y de escaso juego.
Morante de la Puebla, silencio tras aviso, pitos y silencio.
Sebastián Castella, silencio tras aviso, silencio y oreja.



• Crónica de Fernando Gelán
En los carteles habían puesto un nombre que al final fue un tremendo chasco. Morante de la Puebla, que tiene miles de seguidores, defraudó en una corrida de toros mansos e inservibles de Parladé. Todos los ojos estaban puesto en el torero que está de moda. Todos los aficionados quieren arte, pero cuando el ganado no responde, el arte se evapora y la gente se queda con tres palmos de narices. No hubo toros buenos para Morante. Imposible pegar pases adecuados y vistosos. Un par de detalles, pero el público, aunque sea muy incondicional, quiere ver algo más que pequeños deslumbramientos. Tres toros tuvo para coger alguno a su medida, pero ni con el primero, ni con el segundo y menos con el tercero, al que no quiso ni ver a la hora de matar. Eso sí, con el descabello anda ligero. Pero esto es lo que hay con Morante si el ganado es tan marrajo. Esta es la fiesta de los toros. Y los toreros han de tener delante un ganado boyante y no burros o mulas. Habrá que esperar a otra ocasión, porque el torero de La Puebla, además, se desinfló al contemplar todo lo mustio que había salido por los toriles.
Los otros tres toros –con sobrero incluido--, fueron para Sebastián Castella. No estaba la tarde-noche para muchos bollos y rollos. En los dos primeros, cataplán y recataplán, aunque no le faltó al francés voluntad. Pero los de Parladé ni para la canción de Marifé de Triana. Los toros no se enamoraban de la luna ni de las luces brillantes del coso del Baratillo.
Castella, en el que cerró plaza, echó el resto. Fue, quizás, el toro más doméstico. Como el publico quería. al menos, gozar del espectáculo, se volcó con el gabacho. Fue un poco pesado en el tercio final, aunque realizó buenas tandas de naturales. Lo mejor que hizo Castella fue la estocada final. La saneada faena hizo que los tendidos insistieran en pedir una orejita para el francés. Tardó en decidirse el presidente, pero al final hubo apéndice para el torero que endulzó algo la agria jornada taurina. El chaval, con su oreja, dio la vuelta al ruedo.
Cuando Morante se retiró del ruedo hubo pitos y algún lanzamiento de almohadillas. Para Castella, un poquito de gloria sevillana. Y ya es mucho.

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