martes, 25 de abril de 2017

VIVENCIAS TAURINAS CON EL PERIODISTA MANUEL RAMÍREZ FERNÁNDEZ DE CÓRDOBA


Fernando VII creó en Sevilla, en 1830, la Escuela Preservadora de Tauromaquia, siendo los alumnos más aventajados Francisco Montes ”Paquiro” y Francisco Arjona “Cúchares”. La Fiesta Nacional alcanzó su máximo esplendor en la segunda mitad del siglo XIX, con figuras como Rafael Molina “Lagartijo”, Salvador Sánchez “Frascuelo”, Fernando Gómez “El Gallo” o Rafael Guerra “Guerrita”.
Varios años antes, la Fiesta ya contó con toreros muy destacados dentro de esta profunda historia de los toros como Pepe-Hillo, que fue el promotor del primer tratado de Tauromaquia y que se publicó en Cádiz en 1796 o Pedro Romero, director y maestro de la Escuela creada por Fernando VII en Sevilla. Romero fue un matador de toros valiente y aguerrido que llegó a lidiar más de 5.000 reses y que fue pintado por Francisco de Goya.

Esta es la historia pasada del mundo de la Tauromaquia. Una Fiesta que comencé a vivirla y a sentirla desde muy pequeño. Asistí a mediados del siglo pasado a las corridas que se lidiaron en esa época en la Plaza de Toros de Sevilla. Y recordaré a toreros como Manolete, Arruza, Pepín Martín Vázquez, Manolo González, Manolo Carmona o Jaime Malaver, que armaban el taco en el ruedo del Coso del Arenal. Fui testigo de la fuerza y la maestría de Miguel Báez Litri; la elegancia de Antonio Ordóñez, cofrade de la Soledad de San Lorenzo en aquellos años; la sabiduría torera de Pepe Luis Vázquez; el genio de Manolo Vázquez; los buenos chispazos de César Girón y de Juanito Posada; la valentía suprema de Jaime Ostos; la mágica veteranía de Domingo Ortega; la espectacularidad de Ángel Peralta; el debut de Rafaelito Chicuelo; la serie responsabilidad de Mondeño; la entrega permanente de de Diego Puerta; el empaque de Julio Pérez Vito; la hondura de Antonio Bienvenida; el arte profundo y sevillano de Curro Romero; la frescura torera de Curro Puya, la calidad y profesionalidad de Paco Camino; el sentimiento de Julio Aparicio; el empuje de Chamaco, el ciclón del auténtico Cordobés; la sobriedad de Pedrés; la gracia de Palmeño; la aparición para la apoteosis de Rafael Peralta; la responsabilidad de Álvaro Domecq; el corazón salmantino de S.M. El Viti; la quietud sorprendente de Paco Ojeda, la austeridad ecuestre de Fermín Bohórquez; los sueños de Pepe Luis Vázquez Silva; el imparable señor del toreo Espartaco; el adiós de los ruedos de Andrés Luque Gago; la entrega de Tito de san Bernardo; el dominio de José Antonio Campuzano; los dibujos toreros de Paula; la chispa de Manili; el sentimiento de Emilio Muñoz; las tragedias mortales de Montiliú y Soto Vargas; el temperamento de Emilio Oliva; los recursos de Cepeda; la saga de los Rivera; la profesionalidad de Pepe Luis Vargas; la gloria efímera del recordado Paquirri; el entusiasmo de Ruiz Miguel; la naturalidad de Limeño…

En esos años también recuerdo a matadores, rejoneadores y novilleros que realizaron grandes faenas en la Real Maestranza de Sevilla, como Mario Cabré, Antoñete, Joaquín Bernardó, Vidrié, Maura, Lupi, Chávez Flores, Gregorio Sánchez, Pareja Obregón, Palomo Linares, El Pío, El Yiyo, Susoni, Oliva, Joselito, Ruiz Miguel, Niño de la Capea, Valderrama, Paradas, Caballero, Rafaelito Torres, Beca Belmonte, Mariscal, Palomo Linares, Palmeño, Andrés Hernando, Liria, César Rincón, Ortega Cano, Robles, Dávila Miura, Esplá, Astola, Teruel, El Tato y hasta la mujer torera Cristina Sánchez.
Ya en tiempo más presente, en la nueva ola de genios del toreo, surgieron figuras como Manuel Jesús el Cid, Morante de la Puebla, José Tomás, Enrique Ponce, Salvador Cortés, Uceda Leal, José María Manzanares, El Fundi, El Fandi, El Juli, Castellá, Nazaré, Talavante,Tejela, Finito de Córdoba Juan José Padilla, Cayetano o Manuel Escribano… Sin olvidar a jinetes que enriquecen el toreo a caballo como Diego Ventura, Hermoso de Mendoza, Leonardo Hernández, Fermín Bohórquez o Antonio Domecq…
He vivido y vivo de forma intensa esta gran Fiesta de los toros. En las plazas y en los campos. Conviviendo con toreros y novilleros. Y todas estas experiencias e historias del mundo de la Fiesta Brava las he pregonado en tertulias y en muchos círculos taurinos. La Fiesta Nacional mantiene en este siglo XXI su buen ritmo. Diestros veteranos y jóvenes toreros se entregan totalmente para triunfar en este complicado mundo de la Tauromaquia.

Siempre recordaré aquel histórico festejo celebrado el 12 de octubre de 1965, cuando fue indultado el famoso novillo “Laborioso”, de la ganadería del Marqués de Albaserrada y que fue lidiado por el joven espada sevillano Rafael Astola. Pero sería el 30 de abril de 2011 cuando se le perdonó la vida por primera vez a un toro bravo en la Maestranza. “Arrojado”, de la divisa de Núñez del Cuvillo, fue indultado por José María Manzanares. Fue el delirio. Júbilo total en la Plaza. Por último, con la esperanza de que esta buena racha continúe, en la corrida de la Feria de Sevilla 2016 que se celebró en 13 de abril de 2016, el bravo toro “Cobradiezmos”, de Victorino Martín y que toreó Manuel Escribano, engrandeció aún más nuestra Fiesta Nacional. Fue otro memorable indulto en la Maestranza que será siempre recordado por todos los aficionados.

Con el compañero Manuel Ramírez Fernández de Córdoba coincidí en la redacción del desaparecido Suroeste y en el actual ABC de Sevilla. La figura de Curro Romero surgía en los diálogos y debates sobre la fiesta de los toros. Era el gran ídolo de Ramírez Fernández de Córdoba. Yo estuve presente en una curiosa novillada del camero en la histórica plaza de La Pañoleta. Y fui testigo del trabajo que realizó el escultor Illanes para hacer un busto del torero en el taller de la calle Antonio Susillo. Le agradaba a Ramírez conocer detalles de Curro, sus andanzas taurinas y sus actuaciones. El Faraón de Camas, en una corrida que lidió a solas en la Maestranza de Sevilla en 1966, cortó seis orejas a los toros de Urquijo. Arte en el toreo y arte en el cante flamenco, porque Curro también ama la copla más nuestra. Es un artista total. Ramírez Fernández de Córdoba gozaba con estas vivencias taurinas, con estas charlas y estos recuerdos.

Manuel Ramírez Fernández de Córdoba sentía pasión por los toros. Domingo Ortega dijo en cierta ocasión que “la Fiesta en sí es más fuerte que todos los toreros juntos”. Pero es bueno y enriquecedor sentirla y vivirla en profundidad en todo su conjunto. El aficionado siempre está pendiente, con los ojos muy abiertos y el corazón en un puño, de la faena cumbre del matador. Su deseo es contemplar a un torero con arte, temple, firmeza y decisión que a los sones de un pasodoble interpretado por la Banda de Música de Tejera y fijando bien los pies sobre el albero maestrante realice una magistral lección de torería ante un toro con casta y bravura.

Ramírez que estás en los Cielos, ¿hacemos ya el paseíllo para la gloria?

FERNANDO GELÁN

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